A pesar de todo lo que atraviesan, rara vez se les escucha. Se espera que asuman responsabilidades adultas, pero no se les reconoce como personas capaces de tomar decisiones. Y así, sus necesidades quedan en segundo plano, pero ser madre adolescente no debería implicar perder la voz ni quedar fuera de las decisiones que las afectan directamente.

Hablar de embarazo adolescente, no es solo mirar estadísticas ni repetir que es un problema. Es reconocer que detrás de cada caso hay una historia compleja. Hay decisiones condicionadas por la falta de información, por el silencio o la desigualdad. Escuchar esas historias, acompañarlas sin juicio y generar opciones reales es parte de la responsabilidad que tenemos como sociedad.

Si deseas profundizar en el tema, te invitamos a revisar nuestro informe Recuperar el poder de las niñas y adolescentes en el tiempo de mujeres transformadoras.

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